La sillita del carro…
Lo subimos desde que nació, incluso días antes esa silla estaba colocada en el carro, el fulanito la aceptó bien al principio pero a eso de la tercera semana de nacido comenzó nuestro penar por la vida de la manejada: el fulanito lloraba -y lloraba en serio- cuando era colocado en el susodicho aparato, lloró, gritó, se acaloró, sudó, desesperó a Má y Pá, las abuelas se deshacían en juegos y ruidos para distraerlo… y nada… así estuvimos durante 4 meses cuando de repente un maravilloso día dejó de llorar y disfrutó de los paseos.
Ahora ríe, grita, duerme agustísimo, plática, observa todo alrededor, avienta sus juguetes e incluso le ha dado por quererse comer el aditamento que sostiene su cabeza. Los caminos se han vuelto placenteros y tranquilos después de tanto sufrirle… es un objeto imprescindible cuando viajamos por lo que no está a discusión si se usa o no, si viajamos con él casi la mitad de la parte trasera del carro está apartado para el fulanito…
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